Lo primero, me cambian la hora de salida, para que a Quirós le diera tiempo a venir, y no vino.
Lo segundo, como salíamos más tarde, quince minutillos, la gente se relajó, y ALGUNO SE ECHÓ LA SIESTA, con lo cual todo el mundo llegó justito a la hora acordada, las 16:30, incluso uno, que no voy a decir quien es, de gimnasia, con patitas de alambre, escaso culo (que sí, que me he fijao) y amplia sonrisa, sobretodo hoy, que a las 16:17 iba camino de casa, corriendo, vestido de calle, en busca de su bici cargadito de cerveza. Pues también llegó a tiempo. Y nos pusimos en marcha: José Luis, Seguí , José Antonio, Cesareo Facundo (César para los mantas y público en general), Eugenio, Mónico, Rafa y yo.
Destino: la caseta del puerto de la cabra.
La primera en la frente: los primeros doscientos metros, Jesús se dedicó a gritar ¡¡¡CHATISSSSS!!! a todos las tías con las que nos cruzamos, sin importarle edad, estado civil o condición física. Estaba sobrao, pero de cerveza.
Dirección Doña Blanca marchamos emparejados. Eugenio y yo fuimos recordando y repasando la ruta de Quintana, incluso hablamos del mandanga, que ahora que ya le conocéis bien, no se os va a olvidar (¿le habrá salido gratis la cerveza, al igual que la ruta?), y mira por donde apareció. Seguimos tranquilamente en dirección al puente de la pared en busca del camino más directo a la caseta, grabando con la cámara algunos cachitos. Bajamos al puente y como siempre, alguno no pudo aguantarse y se puso a miccionar en mitad del puente, delante de un par de ninfas ciclistas que aparecieron en el río, acompañadas eso sí por dos pedazos de ninfos. Sin tiempo para comer (hoy no hemos casi comido na), nos tiramos por nuestro camino favorito y .....se lió la tarde.
Ahora que llega el tiempo, aprovecho: comienza el mantavía crucis
Primera estación: el Seguí pincha la bici nueva. Padre nuestro que.....
Ahí le vemos mirando no sabemos qué de la bici y echando de menos su orbea de hierro forjado, que no pinchaba y andaba con radios de menos. Quita cubierta, saca cámara y nos pasamos media hora localizando el pinchazo, midiendo la posición a cuartas para encontrar el pincho, ....Los profesionales, Eugenio y yo, auténticos ciclistas, nos mirábamos asombrados: cuando se pincha, se cambia en 5' y palante. Parecía el equipo de Ferrari en un pit stop: unos auténticos mantas
Mientras tanto, Mónico y Jesús se dedicaron a poner un parche, con un chorro de pegamento, soplando para que se secara pero sin soltar ninguno, otros pocos, entre comer y buscar el pincho estaban apañados y otro más, yo mismo, no paraba de decir <no vuelvo a salir con vosotros>. Así que, visto lo visto, recortamos un poco las previsiones: nos olvidamos de la caseta de la cabra y buscamos una alternativa. Seguí arregló, se pasó un cuarto de hora inflando (con una mini bomba ) y aunque Mónico no paraba de ofrecerse voluntario para quedarse con él, nos fuimos todos juntos.
Segunda estación: el Seguí tropieza de nuevo. Padre nuestro que .....
A pesar de llevar una cámara prestada, llegamos a las minas y otra vez a reparar. Esta vez estuvo todo mejor organizado: César buscó una buena piedra y se puso a merendar; Jesús y Mónico desaparecieron un ratito, y Mónico, aprovechando el tiempo, como debe ser, volvió con un espárrago triguero y tres ajos porros, pa la cena; Contreras encontró el pincho en la cubierta; el Jose se comió un plátano y tiró las peladuras al suelo; yo grabé un rato y repasé la cubierta; todos nos volvimos a reír un buen rato; el Mónico encontró una sustancia blanca, pegajosa en el interior de su bolsa de bici y se bebió una glucosa; merendamos otra vez, Jesús limpió CON EL GUANTE QUE YO LE REGALÉ, la cubierta y alguien no paraba de recitar como si fuera un mantra <no vuelvo a salir con vosotros>. Y después de inflar, salir un huevo, desinflar y volver a inflar, nos fuimos, ya dirección la antigua, que se hacía tarde.
Y aunque esta es de la primera estación, Como dice muy sabiamente nuestro manta-patriarca, estos dos tienen cara de boicoteadores, aunque el arreglo que hicieron fue definitivo. La sonrisita del Jesu debía ser todavía de las cervezas, porque cuando alguien preguntó por los kms que llevábamos , al responder 19,35 miró la cámara hinchada como un choricillo y se emocionó recordando algooooo....muy personal (19,35, vaya fenómeno, y vaya envidia, jajajajaja)
Tercera estación: donde desde la antigua nos vamos pa casa. Padre nuestro que....
Como había estado muy parado, el Seguí empezó a apretar. Se hicieron los grupitos típicos y nos dirigimos hacía el puente de la Antigua y el Montecillo. Por el camino grabamos unas declaraciones de Rafa y otras de Eugenio, un auténtico profesional con su 29". Reproducimos estas últimas por ser de interés general (eso si soy capaz de cargar el vídeo, que pesa lo suyo; y si no se puede, lo vemos luego: la intención es lo que cuenta. Puedo prometer y prometo, que ni Mónico sale haciendo aguas menores desde el puente hacia el río, ni José Luis pregunta si es hora de comer)
Cuarta estación: donde se desatan las hostilidades (entre buena gente, que quede claro) Padre nuestro ...
Y así las cosas pasamos el Montecillo. La glucosa caramelizada le hizo efecto a Mónico y se destacó en primera posición, mientras el resto nos preparábamos para el sprint, que Seguí quería empezar de lejos: con la rueda inflada a muchos psi de esos parecía que levitaba y levitando todos nos enzarzamos en una serie de sprines de los que se retiraron pronto José Luis y Mónico, que andaban sobraos y no querían malmeter, Jesús, al que las cervezas le iban pesando, después de una intentonas y el resto, cuando uno se cansaba, hacía como que miraba patrás, a ver por dónde venían y así respiraban un poquito, eso sí, por turnos. Es lo que tiene la experiencia y el aPLEndizaje (en honor a José Luis, que el otro día se me olvidó).
Y sin que Seguí cantase eso de María Isabel y la playa ni las otras canciones que escucha en su spotify, llegamos al Santo Jabero a toda pastilla, y como siempre, llegó primero el que tenía que llegar y todos tan amigos.
Quinta y última estación: donde se encuentran al mandanga y claro está, le pagan la cerveza. Padre nuestro que...
A la bajada del santo, vimos con el rabillo, el que todos tenemos menos Jesús (joé, 19,35 qué fenómeno), un cochecito regular de aparcado. Uno dijo, <estarán cogiendo un saco de hierba>, y seguimos nuestra marcha en desaceleración. En la esquina de llegada, el personal no acababa de aparecer, (menos el mandanga, claro, que huele la cerveza gratis a distancia), y uno, que es un profesional, adivinó rápido que ver un coche en posición extraña y parar Mónico a preguntar de qué pueblo era la conductora, y cuantos caballos tenía el vehículo, era una oportunidad que no iba a desaprovechar.
Y como se me hacía tarde me largué, no sin antes encomendar a Seguí (destilando agradecimiento por todo su peazo de cuerpo, como si la espera del pinchazo hubiera sido algo excepcional, cuando es algo que se hace siempre) y César (que llamó a la mujer para pedir permiso, pero debió marcar otro número porque nadie le contestó; eso sí, sin querer) quese sentaran donde Ana, a la que no conocían a coger sitio e invitar al mandanga (cuyo nombre de verdad es Gustavo y pagó la primera ronda, pero es que es bueno para las bromas), que miraba con ojos golositos (¿a la cerveza, a Ana, a Seguí, a míííí?).
Y el final me lo han contado y como tal lo relato: llegó el escuadrón de rescate, se bebieron una litronas (dos) y en una foto a traición, se descubrió el secreto de Seguí, la kriptoseguinita, que por poco se carga la foto, el móvil y al equipo (al mandanga no, que no había terminado la cerveza).
Habrá que buscar el antídoto, como con supermán, al que le metieron una piedra en el bolsillo, aunque con Seguí habrá que contratar una hormigonera pa que empiece a llenar con tiempo, porque con un chinato sólo no hacemos na.
De esta forma se termina, después de un par de días de reflexión y penitencia, el mantavia crucis de este año. Otro día más, si paso por aquí, que no va a ser el de la semana que viene, pero ya habrá otros, si Diós quiere.
PD: al ver la foto, me he dado cuenta de que me he equivocado en pequeños detalles: litronas tres, un bibe azul, una bolsa de patatas y un guante al horno. Ese fue el menú de fín de carrera.